lunes, 29 de marzo de 2010

¿Un programa para el autismo? No sin el sujeto

Consideramos que todo momento, sea cual sea, es un momento de trabajo no sólo para lo que comporta de reeducación concreta, sino también para la apertura, el lugar hecho al niño y a su discurso –se enuncie o no en palabras-, pues no es siempre y en todo caso no exclusivamente en el momento de los talleres de reeducación, cuando los niños abordan lo que para ellos constituye problema.

Estar siempre dispuestos a escuchar lo que se dice, hacer acuse de recepción de la palabra del niño, sea cual sea su modo, lugar y tiempo de surgimiento, es uno de los fundamentos de nuestra práctica que hace que cada momento en presencia del niño sea un momento de trabajo.

 Si hay una cosa que nos enseña la práctica clínica es que un niño no es cómo otro. Cada uno de ellos, en función del punto en que está pero también de sus centros de interés propios y del trabajo particular que está haciendo, tiene un camino diferente por recorrer para llegar al aprendizaje y a la socialización.

Desde ahí, una reeducación individualizada implica para nosotros que nos aproximemos lo más posible a los centros de interés propios a cada niño para llevarle hacia un proceso de aprendizaje. Mientras que algunos métodos parten de un programa de aprendizaje y de un material estándar ajustado luego a los niños, en l’Antenne trabajamos en el otro sentido. Partimos del niño tal cual es, con sus potencialidades y sus incapacidades pero también con su objeto privilegiado –éste puede ser un palo, una cuerda, un circuito, etc.- y nos inventamos herramientas, estrategias para extender, desplazar, generalizar ese centro de interés privilegiado y llevar progresivamente al niño hacia un proceso de aprendizaje. Así, la atención y el interés del niño son suscitados por el trabajo demandado, que se convierte en motivante en sí y fuente de satisfacción”.

(Sobre la cuestión de la autonomía) 

Uno de los objetivos importantes de toda reeducación es la adquisición de autonomía, es decir, lograr que el niño no tenga necesidad de la ayuda del adulto en las actividades básicas de la vida cotidiana. (…)

A veces, el niño es perfectamente capaz de vestirse, pero es la demanda del adulto la que hace problema, ya sea que ésta fije al niño, que lo paralice, que active su ironía: el niño entonces rechaza vestirse o lo hace de cualquier modo como burla al adulto. En ese caso, nuestra experiencia nos ha enseñado a poner marcha estrategias: no quedarse fijado en esta demanda, dirigirla a todos los niños de la sala, desviar la mirada, hablar de otra cosa, cantar, salir un momento de la sala, etc. Estas maniobras permiten un intervalo en el seno del cual el niño puede acceder a la demanda del adulto sin ser aniquilado por ella, sin tener necesidad de defenderse.

De manera mucho más fundamental, la autonomía, por sí sola, no basta. Muchos niños autistas no lo son sino demasiado, “autónomos”. No sólo no tienen necesidad de la ayuda de nadie para satisfacer sin necesidades, sino que sobre todo no tienen en cuenta a nadie. Así, un niño puede ser perfectamente capaz de servirse agua él sólo. Pero nuestra elección no es que se sirva él mismo, sino que pida este agua, es decir, que pase por el adulto y por lo simbólico del gesto y del lenguaje para expresar su necesidad y satisfacerla. (…) Ser autónomo, sí, pero no sin los otros.

Antenne 110. Préliminaire 16.
Centro educativo y clínico para niños con trastornos del desarrollo y trastornos graves de la personalidad, concertado por el INAMI (Bélgica).
www.antenne110.be

viernes, 26 de marzo de 2010

Mitos sobre el autismo


    Es un lugar común que va tomando cuerpo entre algunos movimientos acusar al psicoanálisis de haber culpabilizado a los padres de niños autistas. Cabe decir que no fue el psicoanálisis quien situó la etiología del autismo en los problemas afectivos entre padres e hijos sino el psiquiatra austríaco establecido en Estados Unidos Leo Kanner, a quien se le debe la primera descripción médica del autismo. Por otro lado, es una ironía o quizás se arraiga en un fuerte desconocimiento de lo que el psicoanálisis es, que se le atribuya “culpar” a alguien. Ningún otro discurso en la modernidad ha desculpabilizado más y ha estudiado mejor el lugar de la culpa en la subjetividad que el psicoanálisis. No es parte ni de la terapéutica ni de la experiencia analítica culpar al sujeto, sino más bien acompañarlo en un recorrido por el cual se pueden situar las coordenadas vitales que han causado el malestar o la angustia y así ofrecer al sujeto una nueva oportunidad. Sin embargo, cuando se trata de la culpa tampoco hay que ignorar que se está considerando un sentimiento profundamente complejo y crucial que resulta de haber integrado de una cierta manera la relación con los demás. Al fin y al cabo, un sujeto sin culpa no percibe el límite de su dominio sobre los otros y, de ese modo, puede llegar a ejercer su poder cínicamente hasta cometer las mayores atrocidades.  Por otro lado, en nuestra cultura judeo-cristiana, la culpa ocupa el centro de la creencia religiosa. Es más, quien se haya dedicado a escuchar el sufrimiento de los seres que hablan, sabe que asegurar a alguien de que la causa de los problemas de su hijo se debe a un error biológico puede que no alivie ni la culpa ni la angustia. El psicoanalista no culpabiliza ni a la familia, ni al niño, ni al analizante. El psicoanalista permite que quien quiere enfrentarse a sus propias visicitudes vitales pueda seguir un camino ético que le lleve hasta las raíces en su mayor parte inconscientes de la culpa.
    Por otro lado, el origen del autismo continua siendo desconocido. Así lo afirma Simon Baron-Cohen, profesor de psiquiatría y psicología del Trinity College en Cambridge donde dirige el Centro de Estudios del Autismo. Asimismo afirma: “aún desconocemos los factores hereditarios exactos que intervienen y sus mecanismos”. Las investigaciones científicas están muy lejos de ser concluyentes. Por ejemplo, Thomas Bourgeron, del Instituto Pasteur de París, ha identificado mutaciones genéticas en un 6% de los casos estudiados ¡Un 6%! Que haya mutaciones genéticas no supone nada de entrada, además haría falta estudiar si estas mutaciones se dan o no en personas no autistas para que fueran científicamente determinantes. Una de las dificultades para establecer las causas yace en la dificultad del diagnóstico mismo, por eso se habla del “espectro autista”. Ninguna terapéutica, ni ninguna investigación seria, humilde y rigurosa, como lo es la verdadera ciencia, puede actuar de espaldas a estos impasses.
    En cualquier caso, sea cual sea la causa y el destino de un organismo humano, éste está habitado por un sujeto que responde de manera singular y única a los avatares de su cuerpo. De este sujeto se ocupa el psicoanálisis. Tanto si su “trastorno” se debe o no a mutaciones genéticas, desconexiones neuronales o desequilibrios hormonales, igualmente el sujeto debe responder a todo ello. El psicoanálisis se ocupa de la respuesta que es, finalmente, lo propiamente humano del ser. Una respuesta única e irrepetible marcada, sin duda, por las contingencias vitales de cada uno. La cura del niño autista desde el psicoanálisis de orientación lacaniana parte de aquí.
    Hace más de 30 años que el psicoanálisis lacaniano se ocupa del autismo en centros europeos. Cuenta con una amplia bibliografía desplegada también en numerosos congresos en los que los profesionales –psiquiatras, psicólogos— dan cuenta de su práctica y la someten a discusión y debate. A todo ello remito a quienes quieran saber más de cómo se orienta el psicoanálisis lacaniano y a quienes no deseen repetir tópicos, a veces injuriosos, que no reflejan nada más que un profundo desconocimiento. 

Neus Carbonell
Psicóloga psicoanalista - Atención precoz

miércoles, 24 de marzo de 2010

La sociedad de los Morticoles realizada *

En su libro Les Morticoles, Léon Daudet –hombre controvertido pero temible polemista- describe un país en el que se es o médico o enfermo. “La policía es médica, la edilidad también, también la universidad, el conjunto de los poderes públicos, el gobierno…” 1  Aparte de ellos, todos son enfermos. Los que lo niegan son simuladores que deben ser tratados severamente porque constituyen un peligro público. En ese pueblo enfermo, los menos graves pueden circular y trabajar, los demás están repartidos en centros adaptados a su estado. Todos son regularmente evaluados.

Los médicos de la Alienación mental ocupan un lugar intermedio entre los demás médicos y los poderes tanto de policía como de justicia; un par de líneas suyas pueden decidir un destino. Son los depositarios del dogma de la responsabilidad moral cuyos secretos son los únicos en conocer.

En la jerarquizada sociedad de los Morticoles, donde la hipocresía es la regla, todo se obtiene mediante intrigas. Pero el punto crucial es que cada sujeto debe ser dócil al poder médico y, en esto, servir a la ciencia es servir al Estado.

En la jerarquía estaban aquellos que habían aprobado, a veces brillantemente, los exámenes, pero sobre todo había que contar con los que se habían hecho un lugar particular, cerca de los poderosos, tras haber superado pruebas que llevaban el curioso nombre de Lamidas de pies. Para superar los pasos sucesivos mediante la repetición de Pequeñas lamidas de pies, las cualidades requeridas eran “una gran flexibilidad del espinazo y una fuerte dosis de desprecio de si mismo”2  No se podía recuperar en ningún caso la estima de si mismo pero sí discretos goces experimentados en secreto mediante los pequeños poderes ejercidos sobre los otros; a veces incluso sobre los jefes que las evaluaciones regulares permitían controlar.

Así, la evaluación asienta la jerarquía que, al instituirla cae en su propia trampa. Es curioso cuando la voluntad de controlar a los otros hace que sea el conjunto de la sociedad la que es evaluada. La máquina está en marcha, inexorable, y por todas partes los derechos de la evaluación y de la ciencia priman sobre los del sujeto.

Esta sociedad de finales del siglo XIX no tiene nada en común con la nuestra. No cabe duda de que los evaluadores del siglo XXI no son los mejores de nuestras universidades. Por lo que se dice, serían incluso los fracasados, pero aprenden rápido, sosteniéndose en un pequeño odio escondido pero tenaz. Se presentan sin doctrina, abiertos. Primero, ,quieren entrar en el lugar no con Pequeñas lamidas de pies, sino escondiendo las uñas. El traje de modestia le sienta muy bien al evaluador. No se presenta como un conquistador sino al contrario con una ligera curvatura del espinazo y declara, con la mayor sinceridad, que cuenta con aprenderlo todo del evaluado. Y si no entendemos al pie de la letra el sentido último del “cuento con usted para aprenderlo todo”, la trampa se cierra sobre el que, estimándole incompetente en su ámbito, piensa arreglarlo sencillamente con un poco de pedagogía y de disponibilidad bienintencionada. El evaluador se muestra sensible y, en efecto, dice no conocer bien su especialidad, y entonces pide que establezcan juntos la metodología. Y ya está atrapado, en cuanto se ha insinuado en su sistema usted se ha convertido en el actor de su propia evaluación que le hace ese otro que declara no saber nada y que, sin embargo, no va a sentirse molesto por emitir un juicio sobre usted.

¿En qué evocaría el médico de hoy al de los Morticoles? ¡En nada! Bueno, a lo mejor en ese punto que estigmatiza Lacan en su Seminario La transferencia: el médico forma parte de aquellos que siendo especialista de una competencia se juzga cualificado para hablar de todo “del amor, de la política, de lo que está bien, de lo que está mal,…”  3 Añadamos –para dar más de la medida - de la sexualidad, de la familia, de la vida, de las razas, etc. A lo mejor porque cada vez tiene menos interés por el enfermo y cada vez más por el poder.

El psiquiatra moderno, aquel que ha renunciado a la transferencia a cambio de la religión de la ciencia, es el médico colaborador del poder por excelencia. La evaluación es para él una ganga porque con ella puede justificar su deserción en nombre del bien público. Ha cambiado una clínica de la relación por una clínica de la evaluación. Es un ideólogo, como los de los Morticoles, abanderado de la responsabilidad moral que piensa tener que encarnar. Cree en el orden médico y su celo para contribuir a la construcción de una sociedad del control es ilimitado. Con el poder, que le corteja y le anima, ya no esconde sus objetivos: remodelar y disciplinar la sociedad con el menor coste.

La puesta en orden empieza desde el nacimiento; mañana, tal vez incluso antes, para los hiperactivos desde el útero. Los Trastornos Generalizados del desarrollo (TGD) reabsorben el autismo, que se ve contaminado de organicidad. Hay que evaluar lo antes posible los resultados del recién nacido, diagnosticarlo y tratarlo. Los padres adhieren a la medicalización precoz del niño que viven como un triunfo sobre el psicoanálisis, siempre asociado a los discursos de su culpabilización. Esta segregación que instaura la medicina por este primer reparto entre los niños, no puede ser enmascarada por una voluntad feroz de reintegrarlos en el sistema escolar común. Se les discrimina para, a continuación, decir que tienen los mismo derechos que los otros.

Si han escapado a los TGD quedan atrapados por la doble evaluación escolar y médica y por el diagnóstico de Trastorno de Déficit de Atención, Hiperactividad. Si se mueve, es hiperactivo, si no se mueve ¡es la forma fija de la hiperactividad! Luego son hiperactivos, y si a eso se añaden algunos desarreglos con sus pequeños semejantes, una tendencia a rechazar a los animales y una implantación social en los barrios desfavorecidos en los que predomina la inmigración, ya están desde el jardín de infancia identificados como delincuentes potenciales. De hiperactivos se convierten en “turbulentos” u “hostiles”. La prevención se impone. Los médicos se involucran con gran interés y es kiddy coke 4  para todos, ¡la industria farmacéutica invita!

La vida de esos niños continúa y cualquier extravagancia es una desviación de la conducta, cualquier deseo de soledad la marca de un trastorno profundo del humor, la falta de interés por el aprendizaje un defecto cognitivo. Vitaminas, ansiolíticos, antidepresivos, antipsicóticos en dosis moduladas, por si acaso, acompañan esas vidas ya preparadas en la báscula de la toxicomanía prescrita, con las ilegales de la rebelión adolescente.

Ahí están los adolescentes con sus crisis, sus dudas, sus oposiciones, sus ideas suicidas, sus malos encuentros; y también con la intolerancia de los adultos, la incapacidad de los padres, tanto como la de los Psi, para acompañarles en esa travesía. Entonces ¡Risperdal® para todos!

El adulto tiene que trabajar, entonces los antidepresivos están pensados para él; estimulantes para aumentar su rentabilidad, sedantes para, si está en paro, calmar sus reivindicaciones.

Con la tercera edad la enfermedad de Alzheimer –declarada en Francia causa nacional en 2007- abre amplias perspectivas para la inclusión de una población diana que será de las más dóciles a la evaluación, a la experimentación y una de las fuentes de beneficios más seguras para los laboratorios.

Cognitivismo, neurobiología, nanotecnología, psicocirugía funcional, la medicina despliega progresivamente sus protocolos sobre las diferentes franjas de edad con el aplauso y el sostén del poder.

En este punto de organización metódica, la evaluación del ciudadano por el médico mata el lazo social y empuja a una medicina de masas controlada por la industria.

La sociedad de los Morticoles se reinstala y gana allí donde el psicoanálisis recula. Pero donde ésta resiste, esa evaluación no es ineludible.

Guy Briole
Psicoanalista, profesor de psiquiatría

Traducción: Julia Gutierrez y Carmen Cuñat


*Intervención en el Foro de los Psy, “Evaluar mata”, Paris, La Mutualité, 7 de febrero del 2010.
1.  Daudet L., Les Morticoles, París, Grasset, Les cahiers rouges, 1956, p. 19 (Morticole: neologismo que puede interpretarse como aquellos que se entregan a una cultura de la muerte)
2.  Idem, p. 188
3.  Lacan, J. El Seminario, Libro VIII, La transferencia. Buenos Aires, Paidós, 2003.
4.  Kiddy coke: en argot Ritalina®

martes, 23 de marzo de 2010

El saber y el autismo

"El diálogo con el autista” es un título paradojal y provocador pues el autista es justamente el sujeto que se niega a todo vínculo social, a toda enunciación, prefiriendo el silencio, la letanía de una enumeración infinita de frases, cifras o palabras, la reiteración sin fin de mismo estallido de palabra. […]

El autista es un ser de lenguaje, y a este título forma parte de la comunidad humana. No se trata de interrogarse sin fin sobre el hecho de que el lenguaje, la palabra, no le sirven para la comunicación, sino de tomar acto del hecho de que él es un ser sometido al lenguaje, digamos más bien al significante, y que es a partir de su relación singular al significante y al cuerpo como puede instaurarse un diálogo, permitiéndole consentir a su pertenencia a la comunidad humana. […]

Se trata de partir de lo que el sujeto nos presenta no reduciéndolo a comportamientos, sino considerándolo como un texto, es decir, restituyéndole la parte de enigma que permite horadar un primer intervalo entre el sujeto y su cuerpo, entre aquello de lo que se defiende y su ser de goce. Se trata de tomar acto del hecho de que lo que el sujeto trae a sesión, su cuerpo, sus gestos, sus ruidos, sus gritos, las palabras que lanza, que retiene, constituye un texto que se ofrece a la lectura. […] Es este inicio de lectura lo que puede instaurar la repetición, el hecho de retomar, de rehacer con tacto lo que el analista acaba de extraer en la gestualidad del sujeto. La sorpresa proviene entonces del consentimiento o no del sujeto al intervalo, a la diferencia que el analista acaba de introducir. El retoma, en efecto, lo que acaba de ser repetido, pero imprimiéndole una diferencia, marcando él mismo un intervalo con lo que acaba de surgir como texto. Se instaura entonces un diálogo insensato que no se apoya sobre ningún saber, pero que  testimonia al otro de una presencia, que introduce la vida en el lugar mismo en el que lo inanimado parecía haberse instalado definitivamente.

Jean-Pierre Rouillon

Extractos de El saber y el autismo. Nonette, Brochure d’accueil.

lunes, 22 de marzo de 2010

Por una clínica de lo incomparable

La cantidad impresionante de trabajos sobre el seguimiento de niños calificados como   “autistas” es el reflejo de la complejidad del problema ; atrapados en los debates teóricos sobre la etiología, centro de cuestiones presupuestarias relativas a las políticas de salud, blanco de exigencias educativas y argumento de múltiples demandas de las familias, estos niños se han transformado en  condensadores del imperativo capitalista : contar, clasificar y producir un saber planteado como válido para todos.  En este contexto, la verdad, reducida a la dimensión del consenso, se queda indiferente frente a la producción de instrumentos que obligan al niño a parodiar a los otros, cediendo sobre su modo particular de ligarse a la vida.  Así, las terapias comportamentalistas proponen un anzuelo para colgar, como un señuelo, un semblante de existencia : ésta aparece allí como “adaptada”, o sea en conformidad con los fantasmas subyacentes en los dispositivos de poder.  Privado de su singularidad y negado en la legitimidad de su modo de percepción del mundo, el niño autista se transforma entonces naturalmente en un objeto de la salud mental y en un problema para la salud pública.  Su sufrimiento deroga a la primera e incita a la segunda a erigirlo en “discapacidad”.  Surge así un dominio de buenas intenciones, donde las tentativas de reparación de los “transtornos del desarrollo ” encubren mal la función de subdesarrollado (necesaria al progreso capitalista)  que el niño asegura.  La alianza entre la pasión de curar y la certeza del Bien común encuentran allí su razón de ser.  La plus valía de esta asociación, que se obtiene en términos de adaptación, de integración o de inserción, se traduce  frecuentemente en una reducción del sentimiento de la vida.  “Afectado” por el autismo, clasificado en función de la especificidad de su “transtorno”, el niño entra en una categoría donde el nombre se borra detrás de las cifras : curiosa operación que transforma  su inefable discreción en simple anonimato...

Consintiendo a otra lógica, los psicoanalistas se encuentran con niños que no hablan, que toman poses extrañas, que comen sólo un tipo de alimentos, que no aprenden o que “saben” sin aprender...  Gracias a la enseñanza del Dr Lacan, los analistas no solamente tienen “algo que decirles” sino que les ayudan a construir un semblante capaz de facilitarles el acceso al mundo como es: si bien ya está  allí y ordenado por los otros, el niño debe hacerlo nacer para alojarse en él.  No hay necesidad de voluntad de adaptación, de integración o de inserción: el lugar del niño está asegurado, su sola presencia es la prueba, la del analista da fe.  De este modo se verifica, en acto, que el psicoanálisis no dice qué es un hombre, pero que acoge, cada vez, una  incomparable y única versión.  Es así como la lección del caso obliga a los analistas a demostrar que la cuestión del autismo es, antes que nada, de orden ético.
En esta perspectiva, el grupo Epitomé de la Nueva Red Cereda organizó, en 2008, un ciclo de veladas tituladas “Quiere usted ser insertado?  Clínica cotidiana del autismo ”.  Nos hemos quedado sorprendidos por la presencia de profesionales de horizontes diversos, formados en otras terapéuticas.  Los significantes del Campo Freudiano invitaban entonces a un nuevo lazo social, portador de una esperanza, de una apuesta por otra manera de hacer.  Nuestro esfuerzo apuntó a la demostración, tanto en el plano clínico como en el teórico.  Para ello invitamos a colegas que trabajan sobre diversos aspectos del autismo: estos colegas compartieron su experiencia generosamente, sin ceder en el rigor conceptual ni disimular los límites de sus prácticas.  Sus testimonios, enriquecidos por los cuestionamientos cotidianos acerca de los múltiples riesgos de sus intervenciones, dieron a entender que sólo el consentimiento a la imposible  identidad entre los seres hablantes hace que los hombres sean libres de fundar  una fraternidad digna de ese nombre.  En esas condiciones, a las que debemos velar, el psicoanálisis tendrá siempre algo para decirnos.

Delia Steinmann

domingo, 14 de marzo de 2010

El diálogo con el niño autista

Porque no es lo mismo intentar la salida del autismo por la vía del diálogo que entrenar a los niños en repetitivos ejercicios de comunicación y logopedia, el psicoanálisis sostiene que:

El diálogo visto desde la perspectiva del psicoanálisis, no se define por su valor de comunicación, sino, más bien sobre la vertiente de lo que cada uno pone en juego en el encuentro y en la palabra. Hay diálogo cuando éste provoca un cambio en la relación con el mundo, en la relación a la verdad, en la relación al saber, en la relación al cuerpo de cada uno de los protagonistas de ese diálogo.

Jean Pierre Rouillon, director del Centre Thérapeutique et de Recherche de Nonette, Clermont Ferrand, Francia.
Párrafo extraido del texto preparatorio para las Jornadas de RI3, “Le dialogue avec l´autiste”, en enero del 2008.

jueves, 11 de marzo de 2010

Hacia un saber sobre el alma

Pero lo inmediato, lo que brota de nuestra espontaneidad, es algo de lo que íntegramente nos hacemos responsables,  porque no brota de la totalidad íntegra de nuestra persona; es una reacción  siempre urgente, apremiante. Hablamos porque algo nos apremia, y el apremio  llega de fuera, de una trampa en que las circunstancias pretenden cazarnos y la  palabra nos libra de ella. Por la palabra nos hacemos libres, libres del  momento, de la circunstancia asediante e instantánea. Pero la palabra no nos  recoge ni, por tanto, nos crea y, por el contrario, el mucho uso de ella produce  siempre una disgregación; vencemos por la palabra al momento y luego somos  vencidos por él, por la sucesión de ellos que van llevándose nuestro ataque sin  dejarnos responder. Es una continua victoria que, al fin, se transmuta en derrota. Y de esa derrota, derrota íntima, no de un hombre, sino del ser humano, nace la exigencia de escribir.  

Maria Zambrano Esencia y Hermosura.  Selección de José Miguel Ullán. Ed Galaxia Gutemberg 2010. Pag 307.


jueves, 4 de marzo de 2010

Las paradojas de la evidencia científica

¿Cómo explicar entonces el éxito de estas técnicas, basadas en las “evidencias científicas”? Sin duda es una conjunción de factores que muestran como el (mal) uso que han hecho del paradigma de la medicina científica moderna les mantiene a cubierto de cualquier crítica de charlatanería o pseudociencia, cuando efectivamente se trata de un ejercicio de poder, revestido de cientificismo, en los diversos ámbitos: académico, profesional e institucional. Los fieles y ortodoxos psi, adeptos de la EBM, no se conforman sólo con promover un conjunto de técnicas y una metodología sino que pretenden “arrogarse la condición de paradigma capaz de resolver todas las viejas discusiones de la psiquiatría”, tarea para la cual encuentran firmes alianzas en la industria farmacéutica, la tecnocracia y las TCC (terapias cognitivo-conductual).

La destitución subjetiva que implica el devenir de la medicina científica, encuentra su lógica en la acción sobre el organismo humano pero resulta ineficaz cuando se trata del sujeto, como ser hablante, y de su ámbito de acción. En esa transferencia que las TCC practican de un ámbito a otro, encuentran su “éxito” al precio de “hacer la economía del sujeto”, lo que les permite postular la posibilidad universal de las curaciones, ignorada la opacidad del síntoma y la intencionalidad.

Hoy vemos como la mayor parte de la psiquiatría, una buena parte de la psicología y por supuesto las neurociencias, aspiran a definirse como ciencias de la conducta, excluyendo de su objeto al sujeto mismo. Esa operación exige un cifrado absoluto de los procedimientos, las pruebas diagnósticas, los efectos de la terapéutica, los resultados de los programas. Cifrado que podemos considerar necesario y adecuado en algunas prácticas médicas, en todo lo referido a la terapéutica, ya que constituyen su esencia misma, pero resulta falaz y ridículo cuando se trata de tomar la medida exacta de esa parte del sujeto que no es, ni puede serlo, cifrable, si bien tampoco es inefable.

Es un deber, por tanto, del psicoanálisis y de sus practicantes no dejar el tratamiento de ese real, causa de sufrimiento y punto ciego de las neurociencias, en manos de los charlatanes, sean éstos deudores de la religión tradicional o de esa versión ingenua que pretende un regreso a la animalidad (Laurent) o al maquinismo artificial. Sabemos que el goce no es erradicable, que no se trata de eliminar, ajustar o adaptar esa disruptividad conductual, propia del ser hablante, sino más bien constatar la modalidad de goce singular a cada cual –presente en el sinthome- y como señala Miller, tratar de sellar una nueva alianza con ella, que permita un nuevo uso, más útil para el sujeto.

José Ramón Ubieto - Psicoanalista
Extracto del artículo Las paradojas de la “evidencia científica”: evidencias que no son tan evidentes (www.foroautismo.com)

El día después del encuentro

1-A nivel de la pregunta.

Pensar una colaboración particular para el Forum en el que se incluye el debate sobre el Autismo pasa, para mí, por la pregunta: ¿Para qué un gran encuentro acerca del Autismo? más allá de la obviedad. Con el propósito de bordear esta cuestión me apoyaré –a partir de mi análisis- en mi experiencia de años en la institución pública: social primero, clínica después. Hoy nos encontramos frente a “lo que la evaluación silencia” y nos vemos con fuerza para demostrar, con la lógica de la práctica del caso, y para mostrar con nuestro decir y con nuestra experiencia que algo sabemos acerca de eso que se quiere silenciar. ¿Por qué un Forum? “Porque es necesario explicar los riesgos de la evaluación limitada a la cifra, que silencia lo particular de cada ser humano”(Presentación on-line del Forum Autismo).  Un Forum sobre Autismo, en mi opinión, tiene una función de palanca para impulsar la reflexión y el debate con todos aquellos que se sientan concernidos y tocados por el empuje de la ideología de la evaluación. Ello invade el campo amplio de la subjetividad, por tanto entiendo que el encuentro atraviesa el trabajo que sostienen los psicoanalistas y profesionales de los servicios a la persona con los diversos colectivos de población, tengan un trastorno u otro, una estructura u otra. Lo esencial es que haya un deseo en juego y un malestar subjetivo frente al cual obtener una respuesta. Y ¿por qué ahora toma mayor relevancia?. ¿Quizá es que no hemos sabido hacer de nuestro trabajo particular una transmisión pública?. Luego ¿qué efectos ha tenido nuestro decir en cada una de las jornadas, grupos de investigación, stages,  conversación clínica, etc., organizados por psicoanalistas del campo freudiano donde asisten profesionales de la red educativa, social, médica?. ¿Qué ocurre después, en el trabajo diario, a la hora de la verdad, es decir, del ejercicio de la función de cada uno? Es cierto que la sociedad actual, atravesada por un exceso de normativa pone en acto de manera especialmente descarnada un empuje a borrar, cuando no aniquilar, la subjetividad en el campo de las relaciones humanas. Pero, en mi experiencia, este escenario no es tan diferente que el que nos hemos ido encontrando algunos de nosotros desde la última década del final del siglo XX. ¿Dónde está entonces la diferencia?  Vemos las peticiones y las derivaciones actuales que llegan de los diversos profesionales y de las familias, cuando de sus hijos se trata, y cunde la alarma también entre nosotros. Me pregunto ¿por qué? en un intento de dejar a un lado lo evidente –que justamente es lo más difícil.  Cuando la alarma asoma corremos el riesgo de no tomar la mejor orientación, y nuestras respuestas no pueden estar a la altura de las circunstancias. Si cada uno de nosotros –y somos muchos-, psicoanalistas en nuestras instituciones y consultas, respondemos a una función alrededor de un deseo, lo que no es susceptible de hacer pasar por el protocolo, entonces ¿por qué no confiar más en nuestras posibilidades y en el alcance de la potencia de nuestro discurso y de nuestra intervención?.  En este sentido, me parece que la buena arma es contribuir con buenas argumentaciones y buenos elementos epistémicos extraídos de nuestra formación, que surge en el cruce entre el estudio de la teoría y nuestra particular experiencia. Creo conveniente entonces poder decir lo que cada uno aprende, y lo que cada uno sabe en relación a su práctica. En mi caso, aprendo que hay que combatir sus excesos y perversiones con el trabajo diario. Parece una verdad de perogrullo, pero no lo es.   

2- A nivel de la respuesta 
Hoy nos llega a las instituciones, pero también a las consultas particulares, a través del discurso del Otro contemporáneo una frenética oleada de normas, técnicas sugestivas y manipulativas, peticiones en forma de  mandatos… en relación a los casos de sujetos en situaciones frágiles de vida psíquica y, por ende, de vida social. Proclamamos la llegada de un tsunami imparable, cuestión que no es de mi agrado enunciar porque, a mi parecer, genera más angustia que producción. Claro está, si la legislación avanza en detrimento del sujeto es muy pre-ocupante, pero sabemos que nuestra respuesta es la de (bien)-ocupar-nos del asunto que surge. Por tanto, siempre hay algo que poder decir. Siempre hay algo que poder hacer.   En España por ejemplo, “el autismo se ha convertido en caso urgente”, pero si el parámetro es regirnos por las propuestas políticas y por las peticiones de algunas de las asociaciones de familiares de “enfermos”, la lista se amplia. Dígase los otros sujetos tachados por el otro evaluador de: “hiperactivos, los TOC (trastorno obsesivo-compulsivo), los trastornos (trastornados) de la conducta, los dependientes del consumo de pantallas, los maltratados, los disléxicos… “. Nosotros con todos ellos, uno a uno, trabajamos. Con la familia, maestros, médicos, y servicios que los atienden también. Son muchas horas y muchos días de trabajo, en los que transmitimos nuestra particular manera de leer el sufrimiento del sujeto y de particularizar y orientar los tratamientos. Si hiciéramos un cálculo, calibraríamos el nº de personas que se llevan consigo su ganancia, su más y su menos, producto del encuentro con el psicoanálisis a través de un psicoanalista. Ello nos da el pulso también de nuestros límites, los cuales también transmitimos al otro.  Mi planteamiento es que ésta es una manera combativa de parar la insensatez de esta tendencia evaluadora y controladora que impera en el mercado de las relaciones.  Considero que es necesario producir encuentros para abordar nuestra práctica y nuestra particular modalidad de respuesta ante las problemáticas de época: “Para argumentar y reflexionar sobre el riesgo que corremos todos si se pierde de vista la dimensión subjetiva, esa dimensión que implica lo real no acotado por la ciencia”(Ibid). Pero no es suficiente. Lo crucial es el día de después, cuando es el momento de aplicar lo que hemos aprendido según nuestra experiencia singular. Por ello, hago desde aquí un elogio al trabajo de detalle, fino, advertido, que cada psicoanalista sostenemos en el día a día con los sujetos que se acercan a nuestro lugar a consultar. Este es uno de los marcos privilegiados donde desplegamos una intervención analítica bajo transferencia y donde hacemos pasar, minuto a minuto, nuestra creencia en el psicoanálisis y su utilidad social.  En consecuencia, ¿Cómo respondemos a la situación actual según la ética del discurso analítico?  Una aportación particular es apostar por nuestro savoir et faire, el de cada uno producto de su análisis, del trabajo de control y de su formación analítica. Nada más y nada menos: “A condición de que el analista esté advertido de que su acto, el acto analítico, está orientado por lo real a cernir en cada caso, desde los dispositivos (en los) que interviene” (Presentación de “El debate de la ELP”, 28 de noviembre de 2008, Lucía d´Angelo).  Esta es la vía que me parece nos puede conducir a la consecución de un buen trabajo allá donde nos encontremos en el entramado de la red social. Si el Otro quiere dar consistencia a su gusto por anular la subjetividad del alumno, del paciente enfermo, del usuario, del hijo… Nosotros debemos orientarnos convencidos de nuestro saber pragmático.  Debemos persistir en  enfocar nuestro trabajo hacia el campo de la intervención con el parlêtre : Un sujeto que sufre a partir de un cuerpo que habla, que silencia, que alucina, que delira…Ésta es nuestra responsabilidad ética. En consecuencia, el Forum sobre “lo que la evaluación silencia” deberá ser una buena plataforma para reflexionar y debatir juntos lo que la práctica diaria nos depara y cómo respondemos a ello.  

Rosa Godínez- Psiconalista

martes, 2 de marzo de 2010

A propósito del autismo

Son ya numerosos los sujetos que en el recorrido de sus vidas han sido evaluados y diagnosticados bajo el rótulo de “autistas” y hoy día dan sus testimonios. Testimonios que evidencian mayor interés que algunas evaluaciones infatuadas en la evidencia científica. Es fundamental no desestimar las enseñanzas de estos testimonios, de estos expertos en el autismo. Un gran ejemplo nos lo trae Kamran Nazeer en su libro “las marionetas de André. Cinco autistas en el mundo” (1) uno más de los fecundos testimonios que nos permite acercarnos a los sujetos que quedan atrás de lo esta etiqueta  propone.

Es en la paradoja de lo que llama “la conversación”, dado que se atribuye a los individuos autistas que no conversan. Como demuestra que lo que son llamadas estereotipias, rituales, conductas incoherentes son atisbos de la apuesta de estos sujetos por establecer y restablecer un lazo posible con los otros, convertir como dice la clínica de orientación psicoanalítica el uso del objeto, de la imagen, a la dignidad del significante. Lo hace señalando como él y sus compañeros tenían una particularidad de hacer lazo con los otros, que por su carácter nada obvio pasaba desapercibido, pero deja ver a posteriori como es ese recurso especial de cada uno de ellos, sus modalidades, lo que llama “coherencias locales” las maneras como ellos trazan un vinculo con los otros, con su cuerpo y con el mundo que los rodea. Como indica en uno de los pasajes claves de su libro; “gran parte de los que anima la vida -la conversación, el pensamiento, la creatividad, la amistad, la política- se basa en entender el mundo de los demás, pero en el caso de los autistas, es posible que tengan un solo autós de referencia, el suyo propio”.

Así de forma ejemplar comenta con la frase que repetía su amigo Craig “que entren los idiotas” como aun el autista no existe sin Otro, no es indiferente del todo al lenguaje. Esta frase le permitía orientarse en relación a los otros, para su fuero interior, provocando cierto sinsentido en los que la escuchaban, pero para él operaba como una referencia de un circuito, de una serie en el que hacía un intento de localización. De lo que implicaba para él y suponía significaba para los otros. En palabras de Nazeer “los autistas suelen establecer rutinas complicadas para tareas simples”. Esto hace que no resulten obvios, no por eso dicen y hay algo que se les puede decir. Como lo señala la orientación clínica que subraya Lacan en su conferencia sobre el síntoma (3). Nazeer se detiene en aquellos dichos, conductas, maneras que denomina “conductas para la coherencia”, “coherencia local”, por las cuales más allá de indicadores del déficit, les da el estatuto de producción creadora, de solución para cada uno de sus compañeros.

Se puede decir que son sujetos puestos al trabajo para localizar lo esquivo de un malestar del que parafraseando el titulo del testimonio de  Birger Sellin, “prisionero de si mismo” se viven presos, bajo amenaza de intrusión, con la propia extrañeza de lo que les supone su cuerpo y lo que este emite, pone en resonancia con los otros. Nos enseña en su escritura lo particular y la tendencia a la generalización de lo efectos de lalengua sobre los seres hablantes. Tal como me confirmaba André, el problema no era la complejidad del lenguaje, sino el dinamismo: que una palabra pudiera tener más de un significado o, a la inversa, la posibilidad de decir lo mismo de varias formas, cada una con un matiz distinto. André por ejemplo señala, hacía uso de unas marionetas, las que tomaban su lugar cuando él quería hablar, “parecía que la marioneta entraba en acción cuando le fallaba la coherencia local. Primero intentó otra manera de adecuarse, pero como no le funcionó, se sustituyó a sí mismo por la marioneta. Huía, en vez de quedarse ahí, desplazado. Eso eran las marionetas para él, un gran refuerzo de los recursos más convencionales del autista”.  El peso de la palabra sobre un sujeto es acá claramente visible. Sin duda su forma de hacer con las marionetas deslocalizaba la mirada de los otros y fue sobre esa mirada como nos señala hacía un tratamiento interesándose en ella a través del campo de la visión artificial en ordenadores y robots. Concluyendo de la conversación con André y del uso que éste hacía con sus marionetas dice: “escribir – como es el caso de Kamran, el de Donna William (4) o Birger Sellin entre otros- puede ser igual de útil, pero es un recurso que emplea poca gente. André no escribía. Por eso, para él, como para la mayoría, la conversación es la única forma de salir un poco de uno mismo”.

Con su amigo Randall muestra la función del juego paralelo e interroga la mentalidad del autismo señalando como este embrollo de las categorías del significante producen malentendidos y no deja exento de problemas al común denominador de los hablantes. Se pregunta qué hace particular al autista, como al genio. Así como plantea de soslayo la existencia del interés en las relaciones de pareja en el autismo. En  su comentario de Craig, otro de sus compañeros, así como en el suyo refiere el lugar condensador que jugo la escritura dice: “Empezó explorando los libros de su padre sobre escritura de discursos. Aprendió lo que era la trimembración ascendente. Le fue cogiendo gusto al oficio, le emocionaba, lo sustentaba. Aprendió lo que era la antítesis. Ganó confianza, la inhibición disminuyó…” Kamran concluye “Utilizaba los discursos escritos para otras personas para expresarse él, igual que André utilizaba las marionetas”.

Jose Castillo

(1)    Kamran Nazeer. Las marionetas de André. Cinco autistas en el mundo. Editorial Alba, Barcelona: 2008.
(2)    Birger Sellin. Prigioniero di me stesso. Viaggio dentro l´autismo. Bollati Boringhieri, Torino: 1995.
(3)    Jacques Lacan. “Conferencia sobre el síntoma”, en Intervenciones y textos 2. Editorial Manantial, Buenos Aires, 2007.
(4)    Donna William. Si me touche je ne existe plus. Ed. Robert Laffont, Paris: 1992.

La singularidad del autismo

Las performances cognitivas del autista son extremadamente variables, pudiendo ir desde aptitudes excepcionales, utilizadas socialmente, hasta déficits mayores, haciendo necesaria una dedicación constante. En las primeras, los síntomas se atenúan o desaparecen; en los segundos, los déficits están en el primer plano del cuadro clínico. No conduce a nada intentar comprender el autismo a partir de la suma de síntomas: no es una enfermedad, es un funcionamiento subjetivo singular.


Extracto de la introducción del libro L’autiste et la voix [El autista y la voz], publicado por el psiquiatra y psicoanalista francés Jean-Claude Maleval (Ed. Seuil, Collection du Champ Freudien, 2009).

lunes, 1 de marzo de 2010

Conversaciones con Galileo (pseudónimo de un hombre de ciencia)*

Bien Galileo,
 ahora empezamos a hablar por fin desde posiciones en las que podamos ”malentendernos” de la buena manera y no a simples lanzamientos de boomerangs de ”conocimiento”. Aprecio tu observación [sobre una posible ciencia de la conducta], pero ahora hay que argumentarla en el orden del saber.
Convendrás conmigo en lo siguiente: para que una ciencia se constituya como tal, es preciso primero que defina su objeto de un modo preciso, objetivo, que sea validable de forma independiente del observador y de sus instrumentos. La psicología llamada científica arrastra desde sus inicios un problema, entre muchos, que no ha podido resolver de manera convincente para muchos científicos y epistemólogos: es el de la propia constitución de su objeto científico. Su supuesto objeto, ”la conducta observable de los individuos y sus procesos mentales”, es una abstracción que depende más del punto de vista del observador que no de una supuesta objetividad del fenómeno. El tema es de lo más escurridizo y no he visto todavía alguien que fundamente ese presupuesto epistemológico con un verdadero ”espíritu científico”. Watson, para hablar del primero que lo intentó, quiso definir ese objeto como el conjunto de reacciones adaptativas objetivamente observables que un organismo - generalmente provisto de un sistema nervioso - ejecuta respondiendo a unos estímulos - también observables - procedentes del medio en que vive. Aunque desde Watson ha corrido mucha tinta, (introducción de la noción del afecto y de la cognición, por ejemplo) este ”principio” sigue vigente e incuestionado hasta donde yo sé. Visto así, no se ve cómo la psicología podría constituirse como una ciencia distinta a la etología, o a la biología, o a las mismas ciencias de la computación. No digo que tome ‘’sus fundamentos” en ellas - eufemismo con el que muchos piensan resolver el tema - sino que se constituya como ciencia en sentido fuerte para poder sentar verdadera cátedra.
(En este punto, la lectura de un Georges Canguilhem, para poner un ejemplo crítico entre muchos, es de lo más instructiva).
Desde ahí, los equívocos se suceden. Por ejemplo: ¿cómo distinguir una ”respuesta” - que supone inevitablemente una intención significativa - de la simple ”reacción” de un sistema biológico? 
Estoy planteando las cosas en los principios básicos, pero las cosas pueden llegar a peores problemas de construcción como la actual quimera - esa sí es una quimera, estimado Galileo - de querer atrapar el significado de los pensamientos, de los deseos y de los afectos, con las imágenes coloreadas de una resonancia magnética funcional (fMRI) del cerebro.
Desde esta perspectiva epistemológica, las llamadas TCC (Terapias Cognitivo-Conductuales), que se refieren de maneras muy diversas y a veces contradictorias a las neurociencias, deben demostrar todavía que son algo más que un saco heterogéneo de técnicas de autosugestión y autocoerción inducida con un aderezo estadístico para tener aspecto de ciencia.
Queda por tratar aquí el otro gran problema de la medición en este campo. Ahí, estimado Galileo, tu ilustre antecesor Galielo Galieli planteó con su ”medir todo los que es medible y lo que no es medible hacerlo medible” un gran problema tampoco resuelto hasta ahora. Tú conoces mucho mejor que yo el límite determinado por la constante de Planck.
Entonces, cuando dices con respecto a los argumentos de esas terapias: ”Lo que escuché fue un lenguaje terminológico y unos procedimientos homologables, en muchos aspectos, con el llamado método científico”, ¿debo pensar que más bien te dejaste seducir por las bellas sirenas del lenguaje, por su potente aspecto formal, pero vacías de un contenido que han tomado prestado de otros seres mucho menos míticos? Estimado Galileo, en este punto, prefiero seguir atado al palo y navegar entre la Escila y Caribdis de la ciencia y el sujeto que la hace posible.

Desde ahí, seguiré gustoso el debate.

Miquel Bassols - Psicoanalista

*Este breve texto forma parte de un debate transcurrido recientemente en un Foro de ciencia del periódico “Público”.